Historias de jóvenes con espaldas anchas

viernes, 28 de octubre de 2011

Entrevista a Quica y Bethy, testigos y vecinas del Pozo de Banfield

Este es el testimonio de Bethy y Quica, dos mujeres que vivieron toda su vida a una cuadra del ex centro clandestino de detención conocido como El Pozo de Banfield, y que vieron, entre otras cosas,  un escape de dos personas que estaban secuestradas que bajaron por una sábana colgada de una ventana, y escucharon los gritos de uno de los chicos de La Noche de los Lápices. Testimonios desgarradores de una etapa siniestra.

jueves, 27 de octubre de 2011

Alfredo Astiz y Jorge Acosta fueron condenados a prisión perpetua por crímenes cometidos en la ESMA

Por Jeremías Baldantoni

Alfredo Astiz y Jorge Acosta fueron condenados a prisión perpetua por crímenes cometidos en la ESMA
El Tribunal Oral Federal 5 condenó a 12 de los 18 acusados a prisión perpetua. También culpó a los encargados de la desaparición del periodista y escritor Rodolfo Walsh, y a quienes asesinaron al grupo de la Iglesia Santa Cruz durante la última dictadura militar en el país.

Luego de dos años de juicio oral, el presidente del Tribunal Oral Federal 5, Daniel Obligado, se encargó de leer los fallos y sentencias en este único e histórico juicio contra los represores de la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA).  El Tribunal decidió que 12 de los juzgados permanezcan en prisión perpetua debido a la privación ilegal de la libertad, agravios y homicidios.

La lista de acusados contempla a varios funcionarios de los de mayor influencia en el seno de los militares, como Jorge “Tigre” Acosta,  quien se desempeñó como jefe operativo del principal centro clandestino de la Marina, Antonio Pernías, Ricardo Cavallo, Jorge Radice, Oscar Montes, Raúl Scheller, Alberto González, Néstor Savio, Adolfo Donda, César Luis Coronel y el conocido Alfredo Astiz que, al escuchar la sentencia sacó una escarapela de de uno de los  bolsillos de su pantalón  y se la colocó en su saco mientras las cámaras de la sala de Comodoro Py lo registraban.
Además, a esas 12 reclusiones perpetuas también se le sumaron otras por los homicidios de integrantes del  Grupo de la Iglesia Santa Cruz, como Azucena Villaflor, algunas de las primeras Madres de Plaza de

Mayo y las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet. 
No sólo ocurrió eso en el día de ayer, la justicia también sentenció a los culpables del asesinato y robo de bienes del reconocido escritor Rodolfo Walsh, quien desapareció el 25 de marzo de 1977, y cuyo cuerpo, tiempo después de su muerte, fue exhibido ante los secuestrados de la ESMA.  Ernesto Weber, Juan Carlos Fotea, Acosta, Astiz, Pernías, Radice y Cavallo fueron sentenciados por dicho caso.
Manuel García Tallada y Juan Carlos Fotea recibieron 25 años de prisión, mientras que Carlos Capdevilla deberá cumplir una sentencia de 20, y Juan Antonio Azic estará 18 años detrás de las rejas. Las únicas personas absueltas fueron Juan Carlos Rolón y Pablo García.

Al finalizar la lectura de los fallos, la gente que se ubicaba fuera del lugar, como un grupo padres de algunas víctimas, celebraron este acontecimiento histórico dentro de una sociedad que peleó y continuará luchando por la democracia. Sólo resta esperar hasta el 26 de diciembre, día en el que  serán leídos los fundamentos de las sentencias.

EL POZO DE BANFIELD, HUELLA INDELEBLE DEL DOLOR Y LA DESIDIA

Por Agustín López Armengol

Colaboraron: Alfredo Merlo, Lucas Russo, Julio Marín y Pablo Pilanski.


La dependencia de Investigaciones de Banfield, tristemente conocida como el Pozo de Banfield, fue un centro de detención clandestino argentino que funcionó como tal entre noviembre de 1974 y octubre de 1978. Desde 1976, en los meses posteriores al golpe de estado que derrocó a María Estela Martínez de Perón, se convirtió en una de las principales cárceles del gobierno de facto presidido por Jorge Rafael Videla.

Ubicado en la intersección de las calles Siciliano y Vernet, de la ciudad de Banfield, tuvo la particularidad de empezar a funcionar durante el gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón, mejor conocida como Isabel o Isabelita, y por allí pasaron cientos de personas, de las cuales aún 97 continúan desaparecidas.

Desde marzo del 76 la Junta de Comandantes que asumió el poder y designó como presidente de facto a Jorge Rafael Videla, también integrada por el Almirante Eduardo Emilio Massera, y por el Brigadier General Orlando Ramón Agosti, utilizó este lugar para secuestrar clandestinamente opositores al régimen.

Allí, una de las principales funciones era la de albergar a embarazadas que se encontraban en los últimos meses de gestación, y a las que tras el parto se les robaban sus hijos.También en esa esquina resultaron detenidos los estudiantes platenses secuestrados en la famosa Noche de los Lápices quienes  reclamaban por el boleto estudiantil.

Nunca me voy a olvidar de la tarde que escuche gritar a ese chico a la hora de la siesta. Yo me jugaba que si no era Pablo Díaz, era alguno de La Noche de los Lápices. ¨¡Mamá estoy acá!¨, gritaba desesperadamente. Esa día me lo acuerdo patente”, relata Hilda Giovaneti , quién vive frente al lugar, sobre lo ocurrido esa noche de octubre del 76.


Formó parte de la estructura represiva que dependía del 1º Cuerpo de Ejército, y quienes lo administraban eran los Jefes del Regimiento de Infantería Mecanizada: Federico Antonio Minicucci, Faustino José Svencionis, Mario Cándido Díaz y David Ubaldo Comino.

Sin embargo, por testimonios de sobrevivientes y vecinos que allí estuvieron o por ahí pasaban se supo  que entre los represores del lugar también estaban el oficial médico Jorge Antonio Bergez, el comisario General Miguel Osvaldo Etchecolatz, el general Otto Paladino y Aníbal Gordon.


Cuando el Pozo funcionaba, el resto de la manzana estaba descampado, no había casas ni nada. Y ahí, a veces venia Camps en helicóptero, se quedaba un rato y se iba. Pero el operativo que hacían era impresionante: aparecían policías y bomberos por todos lados y cerraban un círculo con pintura blanca alrededor de la manzana por donde no se podía pasar. Para nuestros hijos, que eran chicos, era una fiesta, nunca habían visto un helicóptero”, se acuerda Bety Ojeda, vecina de allí quien solloza cuando evoca aquellos días.

El edificio, construido  a principios de la década del `70, consta de tres plantas visiblemente edificadas en las cuales se desarrollaban de la siguiente manera las celdas y oficinas:
  • En la planta baja: la oficina del Jefe, sala de torturas y otras dependencias.
  • En el primer piso: calabozos, oficinas, comedor y casino de personal, cocinas y baños
  • En el segundo piso: calabozos y baño.

La construcción según sobrevivientes y quienes en sus cercanías siguen viviendo estaba dotada de tres subsuelos en los cuales se mantenía presos a los detenidos y a las embarazadas. En uno de esos recintos se encontraba entre otras cosas el tablero de electricidad con el que se torturaba a los detenidos.

El edificio de 25 metros de frente por 20 de fondo mantiene su fachada tal como en aquellos negros días, y los mismos accesos  por  las calle Vernet, y vehicular por Siciliano.

Cuando dejó de funcionar, enseguida veíamos que empezaban a llegar camiones de Pavisur llenos de cemento a tapar los subsuelos. Hoy los subsuelos están tapados. Vaya a saber qué cosas habrá allá abajo. El cuidador que ahora está en el lugar me conto un día que abajo no hay nada, esta todo tapado”, cuenta Bety Ojeda, también vecina del pozo a quien le cuesta y le duele recordar aquellos días.


Respecto al trato que quienes mantenían activo el lugar tenían con los vecinos, Hilda sonríe cuando relata: “Los policías, cada tanto, nos visitaban a los vecinos en son de buena voluntad. Nos decían que nos querían conocer, siempre se mostraban muy amables. Igual, se nos metían en las casas y nos revisaban todo, querían saber si teníamos libros. Nosotros cuando los veíamos venir escondíamos todo”.

Además, y en cuanto a cómo eran los días en el barrio mientras el Pozo funcionaba, mencionan: “Al principio nosotros no sabíamos que se hacía ahí adentro. Realmente no éramos conscientes y ni pensábamos que se hacia todo lo que después supimos que se hizo. Después, cuando se empezó a comentar que había detenidos y mataban gente, sí teníamos cuidado. Muchas veces preferíamos desviarnos para ir a cualquier lugar, antes que pasar por ahí. Pensábamos, cuanto más lejos de ahí, mejor”.


En la actualidad el Pozo de Banfield se encuentra abandonado, cuidado por  un empleado estatal y a quien no se le puede ver el rostro,  cerrado al público completamente. Según vecinos, ha estado abierto algunos meses años atrás y ha habido actos por la memoria en los cuales se permitía el ingreso. Nadie conoce cuál será su futuro, y si realmente se transformará o no en un Museo de la Memoria como por ejemplo lo es hoy la ESMA. Según  Ojeda y Giovaneti: “No estamos de acuerdo con que se haga un Museo de la Memoria. Nos parece morboso. Pensamos que todo tiene que quedar registrado en los libros, pero entrar y que nos muestren qué pasaba y qué no, no, no haría mal. Que lo demuelan”.